Aumento en la incidencia de la enfermedad del legionario en los últimos años.
Por: José Carlos Espino, higienista ocupacional
En los últimos años se ha reportado un aumento importante en el número de casos de la enfermedad del legionario (legionelosis) en los Estados Unidos de América. No sabemos si esta situación es similar en otros países debido a la falta de información y el subregistro sanitario. Sin embargo, los estudios científicos indican que la tendencia debe ser similar en todo el mundo (Graham, 2022).
De acuerdo con un estudio publicado en febrero de 2022 por Barskey y colaboradores, la tasa de incidencia promedio estandarizada por la edad de legionelosis en los Estados Unidos fue de 0.48/100,000 habitantes en el periodo 1999-2002 y de 2.71/100,000 habitantes en el 2018. La razón de riesgo de incidencia es de 5.67 (95% CI 5.52-5.83). Esto es un aumento significativo que debe analizarse en detalle. Tomando en cuenta que un 95% de los pacientes requieren hospitalización y un 10% mueren, esto puede acarrear un problema sanitario que va en aumento y que requiere estudios de salud pública para evaluar la incidencia en otros países.
Hay diversos factores que pueden estar incidiendo en el aumento de la enfermedad. Entre ellos: aumento en la temperatura, aumento en la precipitación, aumento en la humedad relativa, envejecimiento de la población (en los EEUU), mayor uso de las torres de enfriamiento debido a los aumentos de la temperatura, entre otros. De acuerdo con el estudio in comento, en el 64% de los casos reportados en los Estados Unidos, no se identificó una fuente potencial de exposición.
La pregunta que nos hacemos es: ¿es la legionelosis un problema en América Latina o no? Si no es así, ¿por qué lo es en otras latitudes tomando en cuenta que la bacteria es ubicua en la mayoría de los ambientes de agua fresca? También sabemos que la bacteria se puede proliferar en ambientes construidos, particularmente cuando la temperatura está entre los 25°C–45°C, y los niveles de desinfectantes son bajos.
Les tocará a las autoridades sanitarias realizar los estudios respectivos y a los higienistas ambientales y otros profesionales de la salud ambiental tomar las medidas preventivas a través de un plan de gestión del agua potable en los edificios.